(ACAFE) LA MUERTE TIENE PERMISO
Los campesinos de una comunidad del agro mexicano tienen serios problemas con los líderes locales y solicitan la presencia de la autoridad central para resolverlos. Les envían unos agrónomos o “ingenieros”. Se convoca una asamblea y en ella funge como presidente, con plenos poderes, un representante de los ejidatarios. Abierta la sesión, se da la palabra a los asistentes; todos con muy poca escolaridad y algunos analfabetos, no logran expresar lo que quieren; esperan que los otros lo hagan: Por fin, cuando Sacramento pide la palabra, todos se disponen a escucharlo; él es conocido por su honestidad y, llegado el momento, también por su coraje. Él tiene una denuncia contra el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas.
Entre los abusos cometidos por esa autoridad están el haberse apropiado, usando sus influencias y artimañas, de las tierras de Felipe Pérez y Juan Hernández cuyas propiedades colindaban con la suya. El hijo de Felipe que reaccionó, echándole en cara al Presidente sus desmanes, fue preso, torturado y muerto “porque dizque se andaba robando una vaca” del susodicho.
La voz de Sacramento parece temblar cuando cuenta lo que dicho Presidente y su gente hicieron con las hijas de dos campesinos, una de ellas ya comprometida; las raptaron. Y “cuando regresaron las muchachas, en muy malas condiciones, ni siquiera tuvimos que preguntar nada. Y se alborotó la gente de a deveras, ya que nos cansamos de estar a merced de tan mala autoridad”.
Por primera vez, la voz de Sacramento vibró. En ella latió una amenaza, un odio, una decisión ominosa. Y concluyó: “como nadie nos hace caso, que a todas las autoridades hemos visto, sin ningún resultado, ahora solicitamos su venia para hacernos justicia con nuestra propia mano”.
Sigue una acalorada discusión. Ni los “ingenieros” se ponen de acuerdo: para unos aquello sería un acto de barbarie, otros ven en ello la única salida. Entonces toma la palabra el presidente de la asamblea: “será la asamblea la que decida. Yo asumo la responsabilidad. Los que estén de acuerdo en que se les dé permiso a los querellantes para hacerse justicia con la propia mano, que levanten la mano.” Todos los brazos se tienden a lo alto, inclusive los de los ingenieros. “La asamblea da permiso a los de San Juan de las Manzanas para lo que solicitan”.
Sacramento, que ha permanecido en pié, con calma, termina de hablar. No hay alegría ni dolor en lo que dice. Su expresión es sencilla y simple. “Pues muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas está difunto”.
Edmundo Valadez, La muerte tiene permiso. FCE México 1995, p. 9-15 – texto abreviado.
Distingue las V (verdaderas) de las F (falsas) en lo referente al uso de la preposición, e indícalo enseguida.
( ) Los habitantes de San Juan de las Manzanas denuncian al Presidente Municipal.
( ) Los “ingenieros” piden para los campesinos tener paciencia.
( ) Resuelto su problema, los habitantes de S. J. de las Manzanas van a vivir en paz.
( ) Los campesinos volverán a encontrarse en el sábado siguiente.
( ) Los ingenieros van de coche, los campesinos a pié.
La secuencia correcta es: