Explicaê

01

TEXTO


EL NÁUFRAGO


    Sentí que me moría de angustia. En un

momento me vi en aquel sitio muerto,

abandonado. Pero, luego, volví a oír al perro cada

vez más cerca. El corazón comenzó a darme

[5] golpes, a medida que se aproximaban los ladridos.

Me apoyé en las palmas de las manos. Levanté la

cabeza. Esperé. Un minuto. Dos. Y los ladridos se

oyeron cada vez más cerca. De pronto, solo quedó

el silencio.

[10]    Luego, el batir de las olas y el rumor del viento

entre los cocoteros. Después, en el minuto más

largo que recuerdo en mi vida, apareció un perro

escuálido, seguido por un burro con dos canastos.

Detrás de ellos venía un hombre blanco, blanco,

[15] con sombrero de caña y los pantalones enrollados

hasta la rodilla.

    Tan pronto como apareció en la vuelta del

camino me miró con sorpresa. Se detuvo. El perro,

con la cola levantada y recta, se acercó a

[20] olfatearme. El hombre permaneció inmóvil, en

silencio. No sé por qué, pensaba que estaba en

cualquier parte del Caribe menos en Colombia. Sin

estar muy seguro de que me entendiera decidí

hablar en español.

[25]    —¡Señor, ayúdeme! – le dije. Él no contestó

en seguida. Continuó examinándome

enigmáticamente, sin parpadear.

    — ¡Ayúdeme! – repetí, ansioso y desesperado,

pensando que el hombre no me entendía.

[30]    — ¿Qué le pasa? – me preguntó con acento

amable.

    Cuando oí su voz me di cuenta de que más

que la sed, el hambre y la desesperación, me

atormentaba el deseo de contar lo que me había

[35] pasado. Casi ahogándome con las palabras, le dije

sin respirar:

    — Yo soy Luis Alejandro Velasco, uno de los

marineros que se cayeron el 28 de febrero del

destructor Caldas, de la Armada Nacional.

[40]    Yo creí que todo el mundo estaba obligado a

conocer la noticia. Creí que tan pronto dijera mi

nombre se apresuraría a ayudarme. Sin embargo,

no se inmutó. Continuó en el mismo sitio

mirándome.

[45]    — ¿Es marinero de gallinas? – me preguntó

pensando tal vez en las embarcaciones que

trafican con cerdos y aves del corral.

    — No, soy marinero de la Armada.

Sólo entonces el hombre se movió. Se echó el

[50] sombrero hacia atrás y me dijo:

    — Voy a llevar un alambre hasta el puerto y

vuelvo por usted. Sentí que aquella era otra

oportunidad que se me escapaba.

    —¿Seguro que volverá? – le dije con voz

[55] suplicante. El hombre respondió que sí. Que volvía

con absoluta seguridad. Me sonrió amablemente y

reanudó su marcha. El perro continuó a mi lado

olfateándome. Solo cuando el hombre se alejaba

se me ocurrió preguntarle, casi con un grito:

[60]    — ¿Qué país es éste? Y él, con una

extraordinaria naturalidad, me dio la única

respuesta que yo no esperaba en aquel instante.

    —Colombia. 

Texto adaptado de Gabriel García Márquez“Relato de un náufrago”

El término “hasta” (línea 16) es clasificado cómo

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