O romance El coronel no tiene quien le escriba (“Ninguém escreve ao coronel”), do
colombiano Gabriel García Márquez, aborda a solidão de um coronel e sua esposa,
que vivem em uma situação precária. No trecho abaixo, o diálogo do casal gira em
torno da herança que Agustín, seu filho, lhes deixou.
El coronel destapó el tarro de café y comprobó que no había más de una
cucharadita. Retiró la olla
del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra y con un cuchillo raspó el
interior del tarro
sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de
café revueltas con
óxido de lata.
[05] Su esposa levantó el mosquitero cuando lo vio entrar al dormitorio con el café.
En ese momento
empezaron los dobles. El coronel se había olvidado del entierro. Mientras su esposa
tomaba el café,
descolgó la hamaca en un extremo y la enrolló en el otro, detrás de la puerta. La
mujer pensó en el
muerto.
–Nació en 1922 –dijo–. Exactamente un mes después de nuestro hijo. El siete de
abril.
[10] Siguió sorbiendo el café en las pausas de su respiración pedregrosa. Era una
mujer construida apenas
en cartílagos blancos sobre una espina dorsal arqueada e inflexible. Los trastornos
respiratorios la
obligaban a preguntar afirmando. Cuando terminó el café todavía estaba pensando
en el muerto.
“Debe ser horrible estar enterrado en octubre”, dijo. Pero su marido no le puso
atención. Abrió
la ventana. Octubre se había instalado en el patio. Contemplando la vegetación que
reventaba en
[15] verdes intensos, las minúsculas tiendas de las lombrices en el barro, el coronel
volvió a sentir el mes
aciago en los intestinos.
Sólo entonces se acordó del gallo amarrado a la pata de la cama. Era un gallo de
pelea. El coronel
se ocupó del gallo a pesar de que el jueves habría preferido permanecer en la
hamaca. En el curso
de la semana reventó la flora de sus vísceras. Pasó varias noches en vela,
atormentado por los
[20] silbidos pulmonares de la asmática. Pero octubre concedió una tregua el
viernes en la tarde. Los
compañeros de Agustín aprovecharon la ocasión para examinar el gallo. Estaba en
forma.
El coronel volvió al cuarto cuando quedó solo en la casa con su mujer. Ella había
reaccionado.
–Qué dicen –preguntó.
–Entusiasmados –informó el coronel–. Todos están ahorrando para apostarle al gallo.
[25] –No sé qué le han visto a ese gallo tan feo –dijo la mujer–. A mí me parece un fenómeno: tiene la cabeza muy chiquita para las patas.
–Ellos dicen que es el mejor del Departamento –replicó el coronel–. Vale como cincuenta pesos.
Tuvo la certeza de que ese argumento justificaba su determinación de conservar el gallo, herencia del hijo. “Es una ilusión que cuesta caro”, dijo la mujer. “Cuando se acabe el maíz tendremos que
[30] alimentarlo con nuestros hígados”. El coronel se tomó todo el tiempo para pensar mientras buscaba los pantalones de dril en el ropero.
–Es por pocos meses –dijo–. Después podemos venderlo a mejor precio.
No sé qué le han visto a ese gallo tan feo (l. 25)
Esta habla de la mujer del coronel presenta una pregunta indirecta, que tiene lafunción de: