TEXTO
Hobbes y la mina San José
[1] Vivimos en sociedad y reconocemos algún
tipo de poder central que dicta y hace
cumplir normas válidas para todos.
Aristóteles creyó que vivir en sociedad es
[5] algo natural, y consideró que el hombre
aislado o es un bruto o es un dios, o sea,
algo menos o algo más que un hombre. Por
su parte, Rousseau y Hobbes estimaron que
la sociedad es una institución convencional,
[10] no natural, lo cual significa que ella es
producto de un acuerdo y no una exigencia
que derive de la naturaleza del hombre,
aunque el pacto que habría dado origen a la
sociedad es sólo una hipótesis y no
[15] corresponde a un acto realmente acaecido
en algún momento de la historia de la
humanidad. Pero si Rousseau creyó que el
pacto social puso término a una situación
previa de paz, abundancia y felicidad - el
[20] llamado estado de naturaleza-, Hobbes
consideró que en ese momento la vida del
hombre fue solitaria, pobre, tosca,
embrutecida y breve. Me siento inclinado al
punto de vista de Hobbes y Rousseau antes
[25] que al de Aristóteles, como me considero a
la vez del lado de Hobbes en su desacuerdo
con Rousseau acerca de si el estado previo a
la sociedad fue de paz y felicidad o de
desamparo y guerra de todos contra todos.
[30] Apelar a la naturaleza, como hace
Aristóteles respecto de la sociedad, es sólo
un intento por conferir mayor fijeza y
estabilidad a algo que aprobamos o que
resulta de nuestra conveniencia, mientras
[35] que ver en el estado previo a la sociedad
una situación de paz y felicidad, como hizo
Rousseau, parece francamente ingenuo. Los
jóvenes hippies de los 60 -roussonianos-
evitaban la sociedad y se retiraban a vivir en
[40] pequeñas comunidades aisladas, procurando
recuperar un estado de pureza y concordia,
mientras que los noveles políticos de esa
época -hobbsianos- se preparaban en
distintos partidos para la lucha por el poder.
[45] Habíamos algunos que, ni hippies ni
políticos, nos sentíamos más cerca de los
segundos, aunque un cierto horror a la vida
gregaria y a las decisiones a mano alzada
nos llevó a tomar distancia de los partidos,
[50] mas no de la política, puesto que intuíamos,
al revés de lo que suele repetirse, que ella
es prolongación de la guerra, pero por otros
medios.
Los 33 trabajadores atrapados en la mina
[55] San José vivieron su propio estado de
naturaleza, una condición que se habría
prolongado durante los primeros cinco días
del encierro, y en la que cada cual se
comportó como quiso, sin sujetarse a reglas
[60] compartidas y sin reconocer autoridad sobre
el grupo a ninguno de los que se
encontraban en tan dramática situación.
Presas del miedo, iban y venían en el fondo
oscuro de la mina, pesarosos y
[65] desconcertados, echándose a dormir aquí y
allá en el momento que se les ocurría,
ingiriendo alimentos según la necesidad o el
deseo del momento, y cavilando cada cual
por separado, o en grupos pequeños y
[70] dispersos, la mejor manera de dar señales
de vida y salir del encierro. O sea, vivieron
la soledad, el desamparo y hasta el
enfrentamiento del estado de naturaleza
descrito por Hobbes, aunque por poco
[75] tiempo, puesto que fueron capaces de
advertir que sólo actuando unidos tenían
posibilidades de sobrevivir. Unidos por una
convención que incluyó pautas de conducta
que ellos mismos establecieron, división del
[80] trabajo y un mando sobre el grupo.
Durante esos primeros cinco días, nuestros
33 mineros dejaron de vivir en sociedad,
procediendo luego a establecerla como única
manera de sobrevivir, dando así doblemente
[85] la razón a Hobbes: la sociedad es una
institución convencional, y el acuerdo que la
origina pone término a un estado previo de
desamparo, animadversión y violencia. Por
lo mismo, no hay que reprobar lo que pudo
[90] acontecer al interior de la mina San José
durante aquellos cinco días, sino celebrar
que en tan corto tiempo los 33 hayan
transitado desde el estado de naturaleza a la
vida en sociedad.
AGUSTÍN SQUELLA Periódico “El Mercurio” Santiago de Chile, 29 de octubre de 2010
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