TEXTO
[1] Hace más de 150 años, Charles Darwin
propuso una teoría que entonces pareció
descabellada: todos los seres vivos
comparten la herencia genética de un único
[5] y remoto antepasado común (UCA, por sus
siglas en inglés). Una idea que constituye
uno de los pilares sobre los que el genial
científico edificó su teoría de la evolución.
A partir de ese único organismo
[10] ancestral, la vida se diversificó después
en la multitud de formas que hoy
pueblan nuestro mundo. Ahora, un
bioquímico de la Universidad de
Brandeis en Boston, Massachusetts, ha
[15] publicado en Nature el primer estudio
estadístico a gran escala que se realiza para
poner a prueba la verosimilitud de la teoría.
Y los resultados del estudio confirman que
Darwin tenía razón. En su «Origen de las
[20] especies», el naturalista británico proponía
que «todos los seres orgánicos que alguna
vez han vivido en la Tierra han descendido
de una forma primordial». Desde entonces,
las evidencias que confirman la teoría se han
[25] multiplicado, bajo la forma de un número
creciente de criaturas «de transición»
entre unas y otras especies en el registro
fósil, pero también de una abrumadora
cantidad de similitudes biológicas a
[30] nivel molecular. Por medio de potentes
ordenadores y aplicando rigurosas fórmulas
estadísticas, Douglas Theobald estudió los
varios modelos diferentes de ancestros que
existen. Y sus resultados inclinan
[35] abrumadoramente la balanza en favor de la
hipótesis de UCA, un único antepasado
común. De hecho, UCA es por lo menos
102.860 veces más probable que tener
múltiples ancestros. Para realizar su
[40] análisis, Theobald seleccionó 23 proteínas
comunes a todo el espectro taxonómico,
pero cuyas estructuras difieren de unas
especies a otras. Buscó esas proteínas en
doce especies diferentes, cuatro por cada
[45] uno de los tres diferentes dominios de la
vida (Bacteria Archaea y Eucaryota). El paso
siguiente fue preparar simulaciones
informáticas para valorar las probabilidades
de los diferentes escenarios evolutivos para
[50] producir ese rango de proteínas. Y fue ahí
donde Theobald se dio cuenta de que los
escenarios evolutivos que partían de un
único antepasado común superaban con
mucho a los que se basaban en ancestros
[55] múltiples. «Simplemente -explica el
científico- los modelos con un único
antepasado común explicaban mejor los
datos, y además eran los más simples, por
lo que ganaban en todos los recuentos».
[60] Ahora bien, ¿qué aspecto debe tener ese
antepasado común y dónde vivió? El estudio
de Theobald no puede responder a esas
preguntas, aunque el científico sí que se
permite especular: «para nosotros, debió
[65] parecerse a una especie de espuma,
viviendo quizá en los bordes del
océano, o quizá en las profundidades, al
abrigo de chimeneas geotermales. Aunque a
nivel molecular, estoy seguro de que debió
[70] tener un aspecto tan complejo y bello como
el de la vida moderna».
José Manuel Nieves Periódico: ABC - España 13/05/2010 (Adaptado)
Cuando Charles Darwin, hace 150 años, divulgó su teoría, la misma pareció a todos