Diego Rosales viste y habla como gaucho. Para poder sobrevivir, dice, sus antepasados resignaron la cultura mapuche. Hubo entonces mestizaje y se acriollaron. “Con la ayuda de la Confederación Mapuche de Neuquén retomamos la cultura y la lengua mapuche. Tomamos cursos para recuperar una identidad que habíamos perdido. También, para pelear por nuestros derechos ante los órganos públicos”, se sincera Rosales. A su lado, Inocencia, de 80 años, que conserva la lengua de su etnia, cuenta que cuando era joven todo era campo fértil. Vendían cuero, lana, pieles de zorro y nutrias que transportaban en burros, y subsistían con las cosechas de quinta y la venta de animales. “He visto mi vida arrinconarse; el campo se va terminando y los animales no tienen qué comer. La vida debería ser más pareja”, dice. Inocencia reclama personería jurídica para pedir tierras. Ella aspira a una fracción de 1 600 hectáreas; su nieto Rosales quiere un predio similar cerca del río. Adquirir personería les permitiría iniciar juicio contra los privados titulares de las tierras que ellos ocupan desde hace décadas a través del pastoreo. La provincia no se las da, dicen, porque los dueños especulan con las reservas de gas de estas tierras y con el monopolio del agua.
Disponível em: www.lanacion.com.ar. Acesso em: 8 dez. 2017 (adaptado).
Segundo o texto, a reivindicação de membros do povo mapuche na Argentina tem o propósito de